Crítica de Mencía Barroso, de «El pequeño espectador»

Crítica de Mencía Barroso, de «El pequeño espectador»

“Acudir a cualquier obra del festival de Teatralia siempre es un acierto, y con gran ilusión me aventuré a la última creación de la Canica teatro Chinchulina y el Ruiseñor de la China, el propio nombre de la obra engancha. Como una pequeña espectadora más me zambullí de lleno en la cultura china, en el entramado familiar de este peculiar emperador y su bailonga, pero tímida hija; a la vez que la música, la danza y las sombras adornaban ese cuidado escenario.

Empieza la función, las butacas rebosantes de niños jugueteando, los carritos se amontonan en la puerta y el auditorio de La Casa Encendida nos acoge con los brazos abiertos una vez más. El silencio, que parecía que iba a ser difícil de conseguir por la viveza propia de los espectadores tan pequeños, se apodera de la sala en cuanto la protagonista de esa mañana, la interprete Alaba Vergne, entra en escena.

Revoloteando entra en el escenario y sin más dilación comienza la historia china, sobre un emperador chino, con una hija china, de súbditos chinos que tenía una cuidada vajilla china, y unas perfumadas flores efectivamente, chinas. Chinchulin, un emperador algo cascarrabias, vivía en su gran palacio, acompañado por su hija Chinchulina, la cual disfrutaba mucho de bailar, pero era algo tímida.

La tristeza se apoderó un día de esta joven, nada ni nadie en todo el imperio era capaz de hacerla salir de esa vorágine de tristeza. “¿Qué le pasará a la princesa? La princesa está triste, triste está la princesa y no hay quién consiga hacer sonreír a su boquita de fresa” la gente comentaba en palacio. Chinchulín descubrió que la única manera de ver a su hija feliz de nuevo, era buscando a un ruiseñor azul, según pone en un viejo libro, para ello el Emperador tendría que salir del palacio, asumiendo las consecuencias que ello conlleva.

A partir de aquí, el emperador se aventura a buscar el famoso pájaro, conociendo en su camino muchos habitantes de su imperio, agricultores, ganaderos, constructores… que jamás habría conocido de permanecer siempre en el palacio, pero los cuales sabían bien quien era el Emperador; por los altos impuestos que ellos debían entregarle a diario. Así que, estos trabajadores aprovechando la inusual visita deciden trasladarle sus quejas por la injusta situación en la que viven.

El emperador acaba renunciando a sus posesiones, a sus caras vajillas chinas, sus delicadas flores y a su preciado palacio, por volver a ver feliz a Chinchulina. A partir de este viaje Chinchulin empieza a disfrutar de la belleza de las cosas más simples y sencillas, se enfrenta a sus miedos y disfruta de la contemplación interior del mundo que le rodea. Al buscar al pájaro que devolverá la felicidad a su hija, acaba encontrado su propia felicidad y valorando la libertad; al renunciar a todos sus bienes materiales y sus responsabilidades impuestas, acaba descubriendo qué le gusta realmente hacer y cómo quiere continuar su vida.

Una mirada hacía el interior, hacía nuestras emociones, las cuales debemos poner un nombre y a veces se apoderan de nosotros. El cuento es un camino en el autoconocimiento, que te ayuda a salir de tí mismo; de tus obligaciones muchas veces impuestas, mirar al exterior, con los ojos puros, conocer la libertad y decidir sobre tu propia felicidad; despegarnos de lo material para valorar lo realmente importante, salir de la burbuja y volar como un Ruiseñor.

Una reflexión sobre las desigualdades sociales y la injusticia social. Una historia atemporal que nos sitúa en el presente, en el pasado y nos hace luchar hacia el futuro. Un cuento representado por títeres, que juega con las sombras, que usa la danza y nos invita a llenar nuestro corazón de belleza inagotable.

La compañía La Canica Teatro siempre deja su huella, desde sus cuidados títeres todos hechos de materiales reciclados, de vestimentas y rasgos sencillos, hasta su puesta en escena simple, delicada y muy cuidada. La conexión entre cuerpo, objetos y títeres se entremezcla durante los 45 min que dura la actuación.

Finalizo esta reflexión sobre la obra remarcando la impresionante interpretación de Alaba Vergne, la cual nos ha dejado a todos los pequeños espectadores anclados en nuestras butacas, ojipláticos y disfrutando cada sorbito de Chinchulina y el Ruiseñor de la China. Muy agradecida de acudir a obras de este nivel de manos de una compañía tan galardonada como La Canica Teatro.”

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